De la Cultura de la Transición a la muerte de la Cultura

Se ha hablado mucho de la Cultura de la Transición. Una expresión que define el pacto social, escenificado en los pactos de la Moncloa, sobre el cual se debía edificar un nuevo estado del bienestar partiendo de las ruinas del Franquismo.
La consecuencia de ese pacto fue la desmovilización y una progresiva institucionalización de las principales organizaciones de la izquierda anti-franquista. Institucionalización que ha ido ligada a un proceso de asimilación a una monarquía parlamentaria constitucional, aunque cabría decir liberal antes que constitucional, que, si bien ha cedido ciertas cuotas de poder a esa izquierda domesticada, ha mantenido intactas las aspiraciones de quienes ostentaban el poder durante la dictadura.
Esta monarquía parlamentaria ha promovido y fomentado una cultura de la corrupción, del pelotazo, y del amiguismo y el tráfico de influencias. Cultura que la crisis global ha puesto en entredicho.
Ahora nos dicen que para salir de esta crisis, hay que fomentar una cultura de la austeridad, del sacrificio y del emprendimiento.
Los trabajadores y trabajadoras del espectáculo, quienes tenemos un papel destacado en la producción de los contenidos artísticos y culturales que han servido para articular esa Cultura de la Transición, no somos ajenos a las consecuencias de este proceso, que están sufriendo también el resto de trabajadores y trabajadoras y las capas populares en su conjunto.
El arte y la cultura se financian con dinero público, lo cual debe garantizar su riqueza y pluralidad, haciéndola accesible a toda la ciudadanía y dotándola de los valores que requiere una sociedad democrática. O así debiera ser.
En este sentido, las políticas de recortes que han aplicado sucesivos gobiernos han afectado enormemente al sector, que está viendo  mermado el volumen de producción con un aumento espectacular del paro.
Al mismo tiempo, las reformas laborales que pretenden ayudar a las empresas a maximizar los beneficios a costa de las condiciones de trabajo, han deteriorado un mercado laboral ya de por sí extremadamente precario.
Pero si hablamos de la muerte de la cultura no lo hacemos porque la cultura vaya a desaparecer. Se va a seguir produciendo cultura igual que van a seguir existiendo hospitales y escuelas.
Lo que la austeridad, el sacrificio y el emprendimiento amenazan son los valores que debe promover la cultura en una sociedad democrática. Unos valores que se refieren a la sanidad como un derecho, a la educación como un derecho, a las condiciones de trabajo como un derecho, y a la democracia como una herramienta fundamental para defender estos derechos ante los privilegios de los poderes económicos.
Esta es la importancia de la cultura y la importancia de defenderla como se defiende la sanidad o la educación, y defenderla desde la perspectiva de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, quienes tienen la responsabilidad de luchar por sus condiciones laborales y al mismo tiempo tienen la capacidad de edificar una nueva cultura basada en la solidaridad, el compromiso y la democracia.
Como dice uno de nuestros eslóganes: sin cultura, se llama dictadura. A eso estamos abocados. Por este motivo, no nos resignamos, y queremos contribuir a impulsar una Marea Roja de la Cultura que movilice a la gente del sector por unas demandas básicas para la cultura, que se enmarquen en un contexto más amplio de lucha contra la austeridad y los recortes.

NO A LA REFORMA LABORAL:
Defensa de las condiciones de trabajo de los actores, técnicos, guionistas, frente a los intentos de convertir este país en el todo vale de la producción.

NO A LOS RECORTES:
Fortalecimiento de las ayudas a la producción de cine, teatro, danza y producción artística, tanto en las cuantías como en los métodos de control del uso que de ellas se haga

NO A LA SOCIALIZACIÓN DE LA DEUDA PRIVADA:
Reducción del IVA a la cultura al 4%.

NO A LA PRIVATIZACIÓN DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS:
Defensa de los centros culturales y de los espacios físicos de carácter público, para un uso y explotación públicos.

POR UNA DEMOCRACIA REAL:
Democratización de las decisiones y planes culturales del gobierno. Que los colectivos de creadores de cultura, especialmente los sindicatos que agrupan a los trabajadores y trabajadoras del sector, participen en los órganos consultores de la Secretaría de Cultura.